Hoy los columpios se movían solos por el suave viento sin
necesidad de que nadie se subiera a ellos. En la plazoleta confluencia de la
calle Sauce y calle Enebro nadie se detenía, todos estaban de paso. Hoy no
había trabajadores, ni empresarios, ni políticos, ni sindicatos, ni prensa... ni velas, ni
flores... Parece que diez años han servido para silenciar la muerte de otros
tantos trabajadores aquella mañana del 13 de enero de 2005. Colocar a los
trabajadores en una lonja que servía lo mismo como vestuario, que como almacén
de combustible, que como garaje de maquinaria... con una puerta que se abría
únicamente hacia el interior, con un techo inyectado en poliuretano, sin medios
de seguridad contra incendios, sin formación en prevención de riesgos... parece
que ninguno de todos estos fallos y despropósitos fueron suficientes para
concretar las causas por las que se produjeron las diez muertes de los
trabajadores y los dos heridos. Nunca se llegó a celebrar ningún juicio.
Diez años después todo el mundo pasa deprisa por delante de
la lonja a la que una buena mano de pintura no ha logrado quitar el hollín que
permanecerá por siempre debajo. Diez años después no nos podemos olvidar que el
trato inhumano y mercantilista de los trabajadores acabó con sus vidas. Diez
años después se sigue haciendo silencio ante muchas situaciones de explotación
laboral e inseguridad a la que se hacen oídos sordos y se mira para otro lado
"¡estamos como para quejarnos!" afirmamos con tranquilidad. Diez años
después seguimos poniendo en este mundo el dinero por delante de la dignidad y
se sigue negando que la persona es lo primero. Diez años y muchas más muertes
después seguimos sin tomarnos en serio que el trabajo es para la vida y debemos
poner todo lo que está en nuestras manos y más para que nadie muera en su
puesto de trabajo.
Diez años después, en esta fría mañana de enero, sólo una
mujer ha llegado caminando hasta el local de la calle Sauce, se ha detenido
delante de la puerta, ha recorrido lentamente de forma milimétrica con la mirada una fachada y luego
la de la vuelta y con las manos en los bolsillos ha regresado sobre sus pasos a
continuar con la rutina del día. Unos minutos más tarde, otro caballero repetía
recorrido, silencio y reflexión con la mirada solitaria sobre el mismo bajo
donde hace diez años José Luis, Rubén, Benjamín, Alejandro, Benjamín Santamaría,
Ángel, Rodrigo, Manuel, José Luis López y Ethmane Ould, empezaban su jornada
laboral y no salían con vida.