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martes, 13 de enero de 2015

Diez muertes que diez años no pueden olvidar




Hoy los columpios se movían solos por el suave viento sin necesidad de que nadie se subiera a ellos. En la plazoleta confluencia de la calle Sauce y calle Enebro nadie se detenía, todos estaban de paso. Hoy no había trabajadores, ni empresarios, ni políticos, ni sindicatos, ni prensa... ni velas, ni flores... Parece que diez años han servido para silenciar la muerte de otros tantos trabajadores aquella mañana del 13 de enero de 2005. Colocar a los trabajadores en una lonja que servía lo mismo como vestuario, que como almacén de combustible, que como garaje de maquinaria... con una puerta que se abría únicamente hacia el interior, con un techo inyectado en poliuretano, sin medios de seguridad contra incendios, sin formación en prevención de riesgos... parece que ninguno de todos estos fallos y despropósitos fueron suficientes para concretar las causas por las que se produjeron las diez muertes de los trabajadores y los dos heridos. Nunca se llegó a celebrar ningún juicio.



Diez años después todo el mundo pasa deprisa por delante de la lonja a la que una buena mano de pintura no ha logrado quitar el hollín que permanecerá por siempre debajo. Diez años después no nos podemos olvidar que el trato inhumano y mercantilista de los trabajadores acabó con sus vidas. Diez años después se sigue haciendo silencio ante muchas situaciones de explotación laboral e inseguridad a la que se hacen oídos sordos y se mira para otro lado "¡estamos como para quejarnos!" afirmamos con tranquilidad. Diez años después seguimos poniendo en este mundo el dinero por delante de la dignidad y se sigue negando que la persona es lo primero. Diez años y muchas más muertes después seguimos sin tomarnos en serio que el trabajo es para la vida y debemos poner todo lo que está en nuestras manos y más para que nadie muera en su puesto de trabajo.


Diez años después, en esta fría mañana de enero, sólo una mujer ha llegado caminando hasta el local de la calle Sauce, se ha detenido delante de la puerta, ha recorrido lentamente de forma milimétrica con la mirada una fachada y luego la de la vuelta y con las manos en los bolsillos ha regresado sobre sus pasos a continuar con la rutina del día. Unos minutos más tarde, otro caballero repetía recorrido, silencio y reflexión con la mirada solitaria sobre el mismo bajo donde hace diez años José Luis, Rubén, Benjamín, Alejandro, Benjamín Santamaría, Ángel, Rodrigo, Manuel, José Luis López y Ethmane Ould, empezaban su jornada laboral y no salían con vida.